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Desarrollo de la colección en tiempos de crisis

08 de Octubre de 2013

Por Joaquina_Ramilo

Cómo las bibliotecas públicas españolas afrontan la crisis económica para aumentar sus fondos.

 

En tiempos de crisis no hay dinero para la cultura, aumentan los usuarios de las bibliotecas públicas ya que la gente no tiene dinero para comprar libros, las bibliotecas no dan dinero,… Estas son algunas de las afirmaciones que se oyen últimamente. Por una parte, se pretende desprestigiar los servicios públicos, incluidas las bibliotecas, por medir únicamente los beneficios monetarios de las actividades de cualquier entidad –sea empresarial o no-. Y por otra parte, se menosprecia el valor de las bibliotecas públicas, al suponer que quienes acuden a ellas y utilizan sus servicios lo hacen únicamente porque son de uso gratuito, y por desconocimiento de los amplios servicios que ofrecen las bibliotecas públicas –si bien es cierto que algunas de ellas se han (auto) convertido únicamente en bibliotecas de préstamo y lectura-.

Sin embargo, las bibliotecas públicas ofrecen un servicio de acceso a la información, a la lectura y a la cultura en igualdad y para todos. Pero, por otra parte, en estos últimos años de recesión económica, al ver gravemente reducidos sus presupuestos por parte de la Administración y quedarse con menos empleados, muchas bibliotecas y redes de bibliotecas han tenido que repensar su forma de trabajar, los bibliotecarios han tenido que asumir nuevas funciones de forma voluntaria, y se busca una mayor implicación de sus usuarios para poder mantener el crecimiento de los fondos.

Si bien es cierto que la dotación presupuestaria de las bibliotecas públicas en España ha cambiado su tendencia alcista de los últimos años y bajado a los niveles de 2007, la situación es más grave si tenemos en cuenta que la dotación asignada para adquisiciones se ha reducido a más de la mitad: de los más de 59 millones de euros de 2007 y de los casi 56 millones de 2010, se pasó en 2011 a 25 millones de euros. Esta drástica reducción ha provocado que muchas bibliotecas carezcan de presupuesto para nuevas adquisiciones, por lo que están buscando alternativas que les permitan continuar con el crecimiento y mantenimiento de sus fondos.

Actividades para mantener el desarrollo de las colecciones:

  • Donación de libros por parte de los usuarios: libros, discos y revistas que tengan en sus casas, y selección de novedades para su compra por los ciudadanos.
  • Suscripciones a revistas pagadas por los usuarios.
  • Donaciones de editoriales.
  • Mayor uso del préstamo interbibliotecario.
  • Creación de “asociaciones de Amigos de la Biblioteca”.

 

Las donaciones particulares no son una novedad en el mundo de las bibliotecas, aunque en muchos casos se restringían debido al coste que suponía gestionar dichas donaciones. Sin embargo, actualmente las bibliotecas públicas están más abiertas a las donaciones particulares, que en el caso de no ser adecuadas para su colección (duplicados, obsoletos, deteriorados, muy especializados) las remiten a otras instituciones u organizan mercadillos cuyos beneficios serán destinados a la compra de nuevos fondos.

El acercamiento a la biblioteca pública de usuarios nuevos ha de ser una fuente de inspiración y de oportunidades para los bibliotecarios, buscando una mayor complicidad con ellos. Para ello, la biblioteca pública debe abrirse aún más a la comunidad –algo que en tiempos de bonanza se había dejado de lado- y buscar un mayor conocimiento de los colectivos presentes en la comunidad en la que se encuentra para atender mejor sus necesidades y conseguir prestar servicios bibliotecarios adecuados a todos los perfiles de usuarios potenciales. Las nuevas tecnologías, la Lectura Fácil, la implicación y el trabajo voluntario de los profesionales bibliotecarios son instrumentos valiosos para conseguir mantener vivas las bibliotecas públicas y atender las necesidades de lectura e información de la comunidad.

Por último, quiero hacer un apunte que creo necesario. Los profesionales bibliotecarios, ante la falta de oportunidades laborales, no debemos demonizar el trabajo voluntario en las bibliotecas, ya que los voluntarios no suplen a los profesionales sino que complementan su labor. E incluso de iniciativas de voluntariado surgen maravillosas experiencias de las que los bibliotecarios pueden aprender, por ejemplo: los voluntarios lectores en residencias y hospitales, talleres de alfabetización para adultos e inmigrantes, y la creación de bibliotecas de barrio. Otra cosa es que las Administraciones pongan la etiqueta de “voluntariado” a otras cosas que no voy a nombrar.