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Terapia en la biblioteca del pueblo

Bibliotecario: «Dícese de la persona que tiene a su cargo el cuidado, ordenación y servicio de una biblioteca». Pero en ellas la definición se queda corta. Además de eso, crean lectores, fomentan el placer de pasar las páginas e incentivan la cultura en lugares donde no hay muchas más opciones. Y en horas que se salen de su sueldo. Ellas son bibliotecarias de pueblos, pero también la vecina, la amiga, la asesora y la confidente. Quien piense que su trabajo consiste en colocar y prestar libros, se equivoca.

Muchas de las asistentes al club son amas de casa con estudios medios e inquietudes culturales.
La provincia cuenta con medio centenar de grupos de lectura estables.
Algunas leían desde la infancia, pero otras se han terminado su primer libro en estos encuentros.
«Cuando estoy muy agobiada, siempre digo que voy a parar... pero luego me embarco en algo nuevo. Da pena decir que no a una actividad», admite Joaquina Durán, bibliotecaria de Ardales. «Para mí es enriquecedor. Hay cosas que no entran en mi trabajo, pero es gratificante hacerlas», reconoce Carmen Vela, responsable de la biblioteca de El Borge. «Me gusta hacerlo por el pueblo; prestar un libro es la rutina, pero esto me llena», apunta Maribel Bravo, de la biblioteca de El Burgo. «Tenemos una profesión vocacional», resume Mari Carmen Durán, encargada de la de Cuevas de San Marcos.
En sus bibliotecas recae el peso de la cultura en estos pequeños municipios -el más grande tiene alrededor de 4.000 habitantes- y el club de lectura es el pilar sobre el que se apoyan. Allí se reúnen lectores empedernidos y neófitos. Y allí hablan del libro... de lo divino y de lo humano. «Es una terapia», coinciden todas. «Cuando alguna ha tenido un problema y ha estado fuera un tiempo, siempre me dice: ya voy a volver porque lo necesito», señala Mari Carmen Durán. Hasta el médico del pueblo le ha reconocido que hace «una buena labor por prevenir el alzhéimer» y motivar a los mayores.
Las sesiones arrancan con una introducción de la bibliotecaria sobre el libro y una breve biografía del autor. Los asistentes empiezan a desgranar su contenido... pero poco a poco la trama se mezcla con historias propias. «Y se acaba hablando de vivencias personales», dice Maribel Bravo. «Deriva en conversaciones paralelas y salen temas personales, los problemas de los hijos o incluso la tendencia política de cada uno», apunta Carmen Vela. «¡Es como una 'tea-party'!», exclama Encarna Sánchez, una incondicional del club de lectura de Ardales. Por eso, «aunque todas las participantes se conocían del pueblo, de hola y adiós, aquí han llegado a ser amigas», dice Mari Carmen Durán, orgullosa de las que ella llama «mis mujeres».