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Las bibliotecas implantan fórmulas para evitar problemas por la presencia de indigentes

Las bibliotecas implantan fórmulas para evitar problemas por la presencia de indigentes .Los bibliotecarios se coordinan con los servicios sociales y con centros de acogida para gestionar la situación | Las medidas van desde la disuasión que comporta la presencia de un vigilante a talleres para enseñarles las normas del centro

Ha pasado siempre, y sigue pasando hoy en los modernos centros polivalentes en que se han convertido las bibliotecas de Barcelona: los indigentes se refugian en ellos aprovechando los cada vez más amplios horarios de apertura. Hasta ahí, ningún problema: se trata de servicios públicos abiertos a cualquiera. Pero cuando los hay que se saltan las normas, utilizan el equipamiento para asearse o para dormir, y motivan quejas del resto de usuarios, hay que hacer algo. Varias bibliotecas barcelonesas han tenido que afrontar esta espinosa problemática. Éste es el relato de cómo lo han gestionado cinco de ellas, contado por sus responsables.

Joe Gould, el indigente neoyorquino al que Joseph Mitchell dedicó dos perfiles en The New Yorker que constituyen una de las cumbres del periodismo de todos los tiempos, se pasaba horas en la biblioteca. Escribiendo, como lo hacía en los bares, en los parques o donde pudiera, su personalísima Historia Oral de la Humanidad. Una biblioteca es un espacio público, tanto como cualquier parque, y ningún usuario tiene que dar cuenta de dónde vive para hacer uso de ella, salvo en el momento de hacerse el carnet necesario para sacar documentos y –hoy, tantos años después de aquel Gould-, para conectarse a la red wifi. No constituye, por tanto, ni sorpresa, ni novedad que los sin techo se cobijen en ellas. Para resguardarse del frío o el calor excesivos, dependiendo de la época del año, pero también para pasar esas horas eternas de una cotidianeidad a la que se han extirpado empleo, relaciones sociales y cualquier gestión  más allá de las encaminadas a garantizar la pura y dura supervivencia. Para pasar esas horas, por qué no, leyendo. Y hoy quien dice leyendo dice escuchando música, viendo películas o navegando por internet.

 

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