Las bibliotecas no son (sólo) para estudiar
Una vez más, este verano que está a punto de acabar, se han venido sucediendo las quejas –reproducidas en la prensa- respecto a la reducción de horarios de las bibliotecas públicas en algunas Comunidades y/o ayuntamientos en la época estival; hecho que causa gran contrariedad y enfado a los estudiantes universitarios, que en agosto son los “pobladores” mayoritarios de bibliotecas. Si bien, hace unos años, las quejas y demandas de los estudiantes universitarios para que las bibliotecas de sus Universidades ampliasen horarios en época previa a los exámenes fue respondida con lo demandado por la mayoría de los responsables bibliotecarios y de la dirección universitaria, respecto a esta otra demanda, también una vez más, los responsables de las bibliotecas públicas defienden que dichas bibliotecas no tienen como finalidad principal el ofrecer el servicio de sala de estudio para la “marabunta” estudiantil que en la “carrera” final apuran las horas vespertinas y nocturnas para “darle caña” al repaso de apuntes y recuperar el tiempo perdido.
Ciertamente, puede causar enfado y debe ser motivo de queja, el que muchas bibliotecas públicas muden en verano sus horarios y reduzcan sus horas de apertura a niveles mínimos, o incluso que cierren algunas semanas. Pero lo que aún debería inquietar más a los usuarios de las bibliotecas públicas es el hecho de que en verano, el servicio de biblioteca se reduzca a su mínima expresión dentro de esa reducción de horarios, limitándose al préstamo y la lectura en sala, sin actividades culturales ni formativas. Esto sucede en bastantes ocasiones en pueblos dónde hay una o pocas bibliotecas, y en algunos casos, aquella cierra en verano –al menos en agosto, por vacaciones de su personal- o éstas cierran quedando abierto sólo uno los centros bibliotecarios. Si bien, puede parecer razonable que las bibliotecas públicas reduzcan su actividad en verano, cuando el curso académico también se “toma su descanso vacacional” hasta el inicio del siguiente curso y se reduce sustancialmente el número de usuarios que acuden a las bibliotecas públicas. Sin embargo, se ha de incidir que la costumbre por parte de la Administración de optar por esta reducción de horarios de apertura parte de la concepción de que los estudiantes son casi exclusivamente los usuarios de las bibliotecas públicas. Y esto es cierto, porque es precisamente cuando una persona estudia, cuando más necesidad tiene de acudir a un centro de información, formación y cultura, como son las bibliotecas públicas. Pero, por el contrario, se desatiende a otros usuarios que acuden a la biblioteca movidos por otras necesidades, como son leer, investigar y formarse. Además, cuando las bibliotecas no se van de vacaciones y organizan actividades lúdicas en verano –biblioplayas, bibliopiscinas, lecturas al aire libre, conciertos, talleres, etc.-, se convierten en un lugar más de atención para usuarios habituales, turistas y nuevos usuarios que quizá se conviertan luego en habituales.
Queremos hacer hincapié en que, aunque nos parezca legítimo que los estudiantes universitarios reclamen la apertura de las bibliotecas públicas en verano para su uso como salas de estudio, rechazamos sin embargo que dicha reclamación sea recurrente cada verano, y desde la Administración en la mayoría de los casos, en lugar de optar por abrir espacios de estudio específicos –que no tienen porque ser la biblioteca pública- no se planteen que el concepto moderno y funcional de biblioteca pública no es compatible con cerrar la biblioteca en verano –o reducir sus horarios- para ahorrar en personal. Y por parte de los profesionales bibliotecarios, de algunos –más de los que nos gustaría- también se ha de criticar que gestionen servicios de bibliotecas públicas pasivas, donde los empleados se preocupan más de de cumplir exactamente el horario de apertura, de reclamar silencio y de tener todo ordenado, que de la extensión de los servicios bibliotecarios y del potencial que ha de desarrollar la biblioteca pública como elemento de cohesión social y de construcción de participación activa en la vida sociocultural de la comunidad. Las bibliotecas públicas son un servicio único y en sentido amplio de acceso a la información y a la cultura; una ventana a la sociedad que requiere de concepciones amplias y atrevidas, y de profesionales emprendedores y activos. Y a los responsables políticos, recordarles que la inversión en bibliotecas tiene un importante retorno en beneficios económicos, además de otros beneficios difícilmente cuantificables, calculándolos un estudio reciente de las bibliotecas de la Comunidad Foral de Navarra en una media de entre 3,4 y 4,6 euros de retorno por cada euro invertido.