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Los primeros libros de la Biblioteca Nacional

En la Biblioteca tenemos unos 28 millones de documentos, pero ¿cuáles fueron los primeros? Os invitamos a descubrir cómo se formó la colección inicial de la BNE.

El 29 de diciembre de 1711, Felipe V de Borbón, aún embarcado en la Guerra de Sucesión española, daba el visto bueno a la creación de la Real Biblioteca. Le imaginamos poniendo su sello al plan que le presenta el Padre Robinet, confesor del rey y Bibliotecario Mayor. Pero… ¿con qué libros se creó?

Sabemos que la Real Biblioteca Pública se abrió al público (es un decir: abrió al reducido público varón, culto, ilustrado y noble de la Corte del rey; las mujeres no tuvieron permitido el acceso hasta 1837) el 1 de marzo de 1712. Sabemos que el presupuesto viene, según Real Orden de 14 de diciembre de 1715, de “dos maravedís sobre cada libra de tabaco de Aragón, Cataluña, Valencia y Castilla”. Lo cual nos remite a la forma más auténticamente española de recaudación estatal de maravedís.

Esta Biblioteca se nutrió de las colecciones que habían acumulado los reyes de la dinastía de Habsburgo. Algo más de 2 mil volúmenes, que se trasladaron al pasadizo del Real Alcázar donde se instaló la Biblioteca. A éstos se unieron unos 6 mil libros traídos de Francia por Felipe de Anjou (antes de ser coronado en 1701).

A partir de 1707 se adquieren algunas bibliotecas de nobles. El Conde de Aguilar dona la suya y se compra la de Luis Francisco de la Cerda, Ministro de Felipe V y Duque de Medinaceli. Pero sobre todo se incautan las bibliotecas privadas de los perdedores de la Guerra de Sucesión.

Los partidarios de Carlos, Archiduque de Austria, vieron cómo sus bibliotecas eran trasladas a Madrid y casi todos ellos terminaron sus días en el exilio, desposeídos de tierras y títulos, por lo que perder sus libros seguramente fue la menor de sus preocupaciones.

Entre ellos estaban Juan Francisco Pacheco, Duque de Uceda, que apoyó a Felipe hasta que decidió, con muy mala suerte, cambiar de bando en 1710; Juan Tomás Enríquez de Cabrera, Almirante de Castilla, exiliado en Viena; el Marqués de Mondéjar (propietario de 5.903 libros, entre ellos el Beato de Fernando I); el Duque de Terranova; y el arzobispo de Valencia, Folch de Cardona. La biblioteca de este último fue devuelta en parte al Convento de San Francisco, en Palencia, que decidió venderla a la Biblioteca Nacional de Viena, donde murió exiliado el arzobispo.

Con todos estos fondos, un inventario realizado en 1715 habla de 28.242 libros impresos, 1.282 manuscritos y 20.000 medallas. Los manuscritos sólo eran accesibles para el Rey y el Bibliotecario Mayor, que podían otorgar su permiso para que terceras personas accedieran a ellos.

Para hacerse cargo de estos documentos, la Biblioteca contaba con una amplia plantilla: un Bibliotecario Mayor y tres bibliotecarios subalternos. Cada uno de los tres recibía 30 pesos mensuales a cuenta de los libros duplicados que vendía la Biblioteca (hoy en día vivirían de las fotocopias). En la Real Cédula de 2 de enero de 1716 se amplía la plantilla a:

• Un Bibliotecario Mayor 
• Cuatro bibliotecarios
• Dos escribientes (de haber nacido 300 años más tarde, se habrían encargado de escribir estas líneas)
• Un portero
• Un ayuda

Ese mismo año se confiscaron los libros de Francisco de Miranda y el propio Bibliotecario Mayor, Juan de Ferreras, vende su biblioteca personal a la Real Librería.

Y el 26 de julio de 1716 se establece el precedente del Depósito Legal, por el cual los fondos de la Biblioteca Nacional se incrementarían con una copia de todo libro publicado en España. A partir de ese momento los fondos van creciendo exponencialmente. El primer libro que entró en la biblioteca por este procedimiento fue la Theorica de la Pintura, de Antonio Palomino.

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